martes, 25 de octubre de 2016

Reflexiones en voz alta sobre el Fedón de Platón y la adquisición del lenguaje

Estudiar es desocultar, es alcanzar la comprensión más exacta
del objeto, es percibir sus relaciones con los otros objetos.
Implica que el estudioso, sujeto del estudio, se arriesgue,
 se aventure, sin lo cual no crea ni recrea.
Paulo Freire

Serafina: Esta noche pediré una León, Rafa. En serio, necesito relajarme un poco. ¿Me acompañas con otra cerveza?
Rafa: No sé, mañana tengo examen de Español y quizá no sea buena idea que esta noche me desvele. Pero puedo acompañarte con un cappuccino.
Serafina: Está bien. La verdad, cuando yo tengo exámenes de alguna materia relacionada con lingüística me pongo muy ansiosa, emocionada pero ansiosa.
Rafa: ¿Te emociona? ¡Qué rara eres!
Serafina: ¿Qué? Pensar nuestra lengua es un asunto fascinante, ¿no te parece? Qué digo pensar nuestra lengua, pensar el lenguaje, Rafa, eso es… es…
Rafa: Ya, Serafina, no empecemos de nuevo.
Serafina: Oye, ya es final de semestre, no te pongas pesado y escúchame un poco. Prometo no ser tan intensa como la última vez.
Rafa: Vale, pues cuéntame antes de que me arrepienta de no estar estudiando mis apuntes. ¡Hey! Señorita, por favor cámbieme el cappuccino por un latte cargado. Te escucho, Serafina.
Serafina: ¿Recuerdas que el jueves pasado te comenté que estaba releyendo el Fedón?
Rafa: Ajá…
Serafina: Bien. Resulta que anoche reflexionaba un poco sobre la relación que se puede hacer entre unas ideas ahí expuestas y la adquisición del lenguaje.
Rafa: ¿Cómo está eso?
Serafina: Mira, hay una parte del diálogo en la que se expone la idea de que el conocimiento no es otra cosa sino reminiscencia de algo que ya se adquirió anteriormente. ¿La recuerdas?
Rafa: Cómo no acordarme, fue lo que más me gustó del diálogo.
Serafina: Ya sé. ¿Y recuerdas de qué derivaba ese aserto?
Rafa: Pues, me parece que el eje temático del diálogo es la discusión que se da entre Sócrates, Simias y Cebes por la muerte próxima de Sócrates, ¿no? Por lo que se habla sobre la procedencia del alma y la posible continuidad de ésta, aún después de la muerte del cuerpo. Pero… ahí nadie está hablando del lenguaje, Serafina. No le busques donde no hay.
Serafina: ¿Qué implicaciones tenía que el alma que ahora habita nuestro cuerpo tuviera previa existencia?
Rafa: Que hubiera podido adquirir conocimiento.
Serafina: Así es. Esa es una forma de explicar los procesos de aprendizaje, ¿no te parece? Lo cual es algo bien interesante pero complejo. Pero, si se acepta que el alma nació con un tipo de input informático y que durante nuestra vida no hacemos otra cosa sino recordar a través de los sentidos eso que ya sabíamos, se nos está dando una pista para poder abordar algunos aspectos de la adquisición del lenguaje, ¿no te parece?
Rafa: No sé, todavía no lo cacho.
Serafina: ¡Hombre! Quizá si no fueras tan quisquilloso y te tomaras una cerveza conmigo, irías al paso.
Rafa: ¡Y dices que el pesado soy yo! No a todos se nos atrofió el cerebro tan rápido con las primeras clases de Introducción a la lingüística.
Serafina: No es atrofio, es curiosidad y también, diría Sócrates, mera reminiscencia y asociación de conocimientos. Pero bueno, prosigamos. Me ayuda mucho que recuerdes que uno de los temas que ahí se tratan es el de la muerte. ¿Tienes presente la idea de que todo se genera de su contrario?
Rafa: ¿Cómo?
Serafina: Sí, cuando dice que, por ejemplo, el día se genera de la noche, lo caliente de lo frío, etc. Todo para llegar a la afirmación de que la muerte se genera de la vida y, por ende, la vida de la muerte.
Rafa: Ah, sí, sí.
Serafina: ¿De dónde crees tú que se genera el lenguaje?
Rafa: ¿Del silencio?
Serafina: Mira, no estoy segura, pero al principio también pensé lo mismo. Sobre todo, uno se confunde con el eco de libros que tienen títulos como Lenguaje y silencio… Señorita, por favor, tráigame otra cerveza.
Rafa: ¡George Steiner! Claro. Pues mira, él mismo dice en su capítulo “El silencio y el poeta” que intentar dilucidar estas cuestiones del lenguaje es victoria inalcanzable. Entiéndelo, Serafina, el hombre está poseído por el lenguaje y ya está. Gracias a que el lenguaje decidió morar en cabecitas como la tuya, y, bueno, en la de todos los hombres, pudimos liberarnos del insoportable peso del silencio. ¿Vas a negar esto que te digo?
Serafina: No, no. Me he quedado pensando en eso que dices. ¿No te parece que, de ser así, se asegura que algún día volveremos al silencio?
Rafa: Pues claro, cuando muramos.
Serafina: Pero me refiero a la humanidad en general, Rafa. ¿Piensas que es posible que en algún momento los hombres pierdan la capacidad de comunicarse por medio del lenguaje doblemente articulado? ¿Que se olviden de él?
Rafa: Ciertamente, no. Que se transforme una lengua, que se “pierda” su forma primera, como en el caso del latín, es una cosa, pero me parece imposible que la gramática, por decirlo en abstracto, deje de existir.
Serafina: ¡Ahí lo tenemos! Mira, cuando dices eso, me parece inevitable hacer la siguiente analogía, continuando con las ideas vertidas en el Fedón: la lengua es al cuerpo como la gramática al alma.
Rafa: ¡Jo! Ahora sí te volaste la barda, Serafina.
Serafina: Que sí, Rafa. Sócrates expone que hay dos tipos de entidades: las que se mantienen iguales en sí mismas y las que se presentan bajo distintas formas, que son las cambiantes. El cuerpo es la entidad cambiante y el alma la que se mantiene igual en sí. Luego, a través de los sentidos del cuerpo se recuerda lo que el alma ya sabe. En este sentido, el cuerpo en el que nacemos, o sea, la lengua en la que un hombre nace inmerso, la lengua madre, ayudaría al alma, o sea, a nuestra gramática innata y universal, a manifestar su contenido. La lengua es el cuerpo a través del cual recordamos y ejecutamos una de las estructuras más profundas del lenguaje: la gramática.
Rafa: ¿Tú estás diciendo que la facultad del lenguaje es una propiedad inherente a la mente humana?
Serafina: Lo que yo digo es que el lenguaje es un conocimiento adquirido y conservado a lo largo de la historia humana. Quien aprende una lengua está recordando algo que ya se sabe. Por ejemplo, pensemos en tu amigo Luisillo. Él aprendió catalán hace dos años, ¿no es cierto?
Rafa: Efectivamente.
Serafina: ¿Y no dijo que le había parecido muy sencillo adquirir esa segunda lengua porque su estructura y vocabulario se parecía mucho a la del español? ¿No es ese un ejercicio que se da a nivel de pensamiento para la adquisición lingüística? ¿No es reminiscencia de algo ya aprendido?
Rafa: Es cierto.
Serafina: ¿Y no crees, Rafa, que algo similar ocurre cuando un niño adquiere, o diría yo, recuerda el lenguaje?
Rafa: Pero, Serafina, deja de beber y escúchame. ¿De dónde va un niño a recordar algo tan complejo como lo es la estructura gramatical de una lengua? Además, olvidas algo muy importante en tu razonamiento y es que no todas las lenguas del mundo comparten la misma gramática. Por supuesto que Luisillo dijo eso porque se trata de una lengua romance, y lo mismo puedes decir tú si te animas a estudiar italiano, portugués o qué sé yo. Pero, ¿qué me dirías si te pregunto del maya o de alguna otra lengua de un pueblo originario del centro o del sur del continente Americano?
Serafina: Para comprender lo que te digo es necesaria la abstracción, Rafa. Cuando digo gramática universal, hablo de una competencia lingüística, de una estructura abstracta que es común a todos y que permite, a través de la remembranza, que la comunicación hablada se ponga en marcha. Mira, en el Fedón se dice que un individuo al ser interrogado correctamente es capaz de dar cuenta de todo de acuerdo a lo real. En este caso, ¿qué sería lo real? Pues su lengua madre. ¿Y por qué son capaces de “aprenderla”?
Rafa: Según tú, por la existencia de capacidades mentales innatas.
Serafina: Sí, Rafa. Pero no sólo es “según yo”. Existen estudios lingüísticos que sustentan mi ocurrencia, sin mencionar la atenta lectura que realicé del Fedón, claro.
Rafa: ¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles?
Serafina: Como los realizados por Chomsky en los años sesenta. Sus estudios lingüísticos proponen una teoría de la adquisición individual del lenguaje al tiempo que brindan una explicación de las estructuras y principios más profundos del mismo; él postuló el innatismo y la autonomía de la gramática, así como la existencia de un “órgano del lenguaje” y de una gramática universal. Entonces, no digas que sólo a mí se me ha ocurrido esto. Tal vez lo novedoso sería que lo estoy vinculando con lo dicho en el Fedón, aunque tampoco me atrevería a asegurar que no se le ha ocurrido a alguien más.
Rafa: Pues aún no me convences totalmente.
Serafina: No es esa mi intención, Rafa, sólo te estoy platicando algo que anoche se me ocurrió. ¿De dónde se genera el lenguaje? ¿Será una pregunta a la que alguna vez podamos dar una respuesta que satisfaga a todos?
Rafa: No hay más que hipótesis empíricas, Serafina.
Serafina: Y algunas más consistentes que otras, Rafa. Esta hipótesis tiene datos lingüísticos disponibles y un diálogo platónico a su favor, ambas fuentes dicen que los seres humanos estamos dotados de una serie de atributos mentales que nos permiten producir señales intencionadas y dotadas de significado.
Rafa: Haber, Serafina. Después de escucharte, sí, estoy de acuerdo en que algunas ideas del diálogo tienen puntos de comparación con lo que dices que dice Chomsky. Pero no entiendo por qué a fuerza lo quieres juntar con la adquisición del lenguaje. Esas posturas que tú expresas me parece que deberías manejarlas con más cuidado. Ahora, ya que estamos en esto de vincular el Fedón con algunas cuestiones del lenguaje, se me ocurren algunas cosas. Deja que te haga una pregunta, sirve que me ayudas a repasar para mi examen de mañana. ¿Qué es la metáfora?
Serafina: ¿Qué tiene eso que ver? Eres experto en salirte por la tangente… Mejor dime que necesitas un rato para reflexionar lo que te he dicho.
Rafa: ¿Qué es la metáfora? Anda, emplea tu método de remembranza.
Serafina: Tampoco te burles. La metáfora es una figura que asocia, por así decirlo, mundos conceptuales a través de la analogía o el parentesco, ¿no? Repito, ¿qué tiene que ver esto con el Fedón, Rafa?
Rafa: ¿Es cierto que en ese diálogo se expone que la reminiscencia se basa en experimentar algo que se conoció anteriormente pero que se había olvidado por perderlo de vista?
Serafina: Dices bien, Rafa.
Rafa: Entonces la reminiscencia surge en el encuentro de cosas semejantes y, a veces, de cosas diferentes.
Serafina: Eso no puedo ni quisiera negarlo.
Rafa: ¿Y qué ocurre cuando decimos una metáfora? Cuando, por ejemplo, Neruda dice: “en la cadera clara de la costa”.
Serafina: Pues lo que ocurre es que Neruda a partir de la contemplación de una imagen, en este caso la costa de una playa, recordó la cadera de una mujer.
Rafa: Claro, o quizá sucedió al revés; Neruda, al contemplar la cadera de una mujer recordó la costa de una playa. Lo importante aquí es reconocer que el proceso cognitivo de la metáfora se dio a partir de la reminiscencia, concepto por el cuál andas tan emocionada.
Serafina: ¡Tienes razón! Qué interesante. Y, ¿te das cuenta que eso no sólo se da en las metáforas poéticas sino también en las que llaman “metáforas cognitivas”?
Rafa: ¿Cuáles son esas? Creo que no las estudié…
Serafina: ¿No te acuerdas? Georges Lakoff expuso en 1998 que la metáfora no siempre es un ornamento del habla utilizado para provocar, exclusivamente, un efecto estético en el interlocutor, sino que ésta suele relacionarse íntimamente con la manera en que el hablante conoce el mundo y, sobre todo, es su manera de comunicar los fenómenos más abstractos o subjetivos. Un ejemplo muy común sobre metáforas del lenguaje cotidiano, y que tú sueles utilizar, Rafa, son las del tiempo. En nuestra cultura solemos imaginarnos el transcurrir del tiempo como una cinta en la que nos desplazamos o en la que estamos quietos, ¿no es cierto? Así, decimos que “llegará el tiempo en que se arrepienta” o “se fue el semestre”, “pararse en el ahora”…
 Rafa: ¡Claro! Ese es un buen ejemplo sobre cómo el metaforizar es un acto necesario para el cerebro y que, además, lo empleamos para cualquier discurso.
Serafina: Así es. A su vez, todas esas metáforas se sostienen por la reminiscencia de lo que ya hemos tocado o percibido por los sentidos. Ahora sí te luciste con esa, Rafa. La verdad no lo había relacionado, no lo había recordado.
Rafa: Qué bueno que nos pusimos a conversar un rato, a veces hace falta pensar en voz alta.
Serafina: Ni que lo digas, Rafa. Me brindaste una nueva perspectiva lingüística sobre este diálogo platónico que, por cierto, es muy interesante lo que plantea sobre la muerte. Fíjate que el otro día estaba pensando que…
Rafa: ¡Señorita, la cuenta por favor!

FIN





Bibliografía
BERISTÁIN, Helena, Diccionario de retórica y poética, México, Porrúa, 2010.
CHOMSKY, Noam, “Forma y sentido en las lenguas naturales” en El lenguaje y el
          entendimiento
, Barcelona, Seix Barral, 1980, pp. 171-194.
LAKOFF, George, “Los conceptos mediante los que vivimos” en Metáforas de la vida
          cotidiana
, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 39-42.
________, “La sistematicidad de los conceptos metafóricos” en Metáforas de la vida cotidiana,
          Madrid, Cátedra, 1998, pp. 43-45.
PLATÓN, Fedón, Madrid, Gredos, 1986.

STEINER, George, “El silencio y el poeta” en Lenguaje y silencio: Ensayos sobre la literatura,
         el lenguaje y lo inhumano
, Barcelona, Gedisa, 1994, pp. 53-73.

Et toi

Uno cree que lo que tiene es preciso, pero la memoria sólo sabe  registrar puentes, títulos de libros en delgados muebles, series de luz sobre un balcón o un par de días martes, que a veces se confunden con los días jueves.

Los gruesos muslos y todo el deseo de septiembre terminarán por desdibujarse, ya sé, pero digo que no importa. Yo voy a capturar noventa noches repetidas y los rostros de todo lo que hoy se siente ausente, con la inicial de tu nombre.

A veces se llora y se sonríe al mismo tiempo

Padre duerme en la habitación continua. Incluso con los cuatro grados de allá afuera, él me daría  el único par de guantes que tiene, porque Padre se limita a amar genuinamente en el silencio de la entrega. Besa y pronuncia en el nombre de la hija.  
Aseguran que le he mentido a quien me ha compartido de su cena, pero no puedo. Padre sabe las cosas-mentira del mundo, las conoció en el silencio de su automóvil cuando atravesábamos  la autopista.
Del pasado de Padre conozco una lluvia fina filtrándose por techos de bajo espesor.
Have you ever see the rain? canta Padre.
Curioso y minúsculo es el instante  en que me doy cuenta quién es el hombre de  mi vida  y nada en esta certeza me molesta.
Conoceré otros hombres solos y mientras duerman a mi lado  les diré al oído: Padre me entregó el trozo de pan más suave y más dulce. 

Abandonar un gato, por ejemplo

Abandonar un gato y no saber si se es cruel o si abandonar causa verdadera dicha en algún momento. Hablo de  irse constantemente. Ser una presencia intermitente y despojarse de la serena estancia del gato amable. Quiero decir, no terminar de escribir ni una lista de abandonos es lo más sincero y coherente, como aceptar lo incompleto sin dejar de ser uno. Te preguntarás cómo. Yo digo, aceptar lo vital de lo efímero y luego abandonar. Abandonar un gato.

Días deshabitados

Abrir las persianas y echarse sobre la cama. Dormir sin dormir y sin moverse entender una primera persona…  Son cosas que funcionan bien los días sábados; mirar dentro e imaginar cómo se sentiría morir, no sé, hacer la idea muerte, tal como se pide un café y la cuenta.
Percibir un corazón  bombeando
pum,
pum,
pum.

Coger el reloj y preguntarse ¿cuánto tiempo es “tardar”?  Escuchar conversaciones en la habitación contigua.

Qué fácil es ser amorosa ave



Abuela,
aprendí el arte de tus canarios.
Hoy soy un pájaro  que hurga
entre  tu pecho húmedo,

de tierra.

lunes, 3 de octubre de 2016

Dejé de recordar mi edad exacta a los diecinueve y hoy a los veintidós o los diecinueve o treinta y seis sé que mezcal y amor es lo mismo que mezcal y chocolate amargo ya sé que no he aprendido estoy a oscuras con insomnio en la casa de mis padres e imagino nuestros cuerpos absortos en procesos termodinámicos en cierta habitación que ya no existe
Dejé de pensar en mis abuelos a los cuarenta y cinco y no recuerdo por qué a los veintidós acostumbraba coleccionar cicatrices para después googlear cómo hacer que dejen de ser tan rosadas y tan robustas que los chicos permanezcan inalterables pero enamorados que no me lleven a un bar para decir que me adoran pero que también adoran acariciar a otras mujeres porque sabes la vida es corta y yo simplemente voy a irme cuando una mañana despierte y descubra que no eres esa chica neoyorquina que me dejó el año pasado no lo dijiste pero fue todo tan claro cuando volviste basta yo sólo quería decir que estoy confundida no sé si soy veintidós cumpleaños y desinteresado deseo de chocolates amargos con mezcal o si soy o si soy cientos o si soy miles de años esperando con insomnio en una habitación que me protege de la intemperie y a veces mina mi propio interior
Voy a vivir en otra ciudad y conoceré otra gente. Tendré nuevas amigas, veré a nuevas mujeres que pretenderán ser mi madre, pero yo sabré que la mía está en casa, lejos, con papá. Extrañaré a los de siempre, pero al mismo tiempo memorizaré los nombres de quienes añoraré después. Saldré con otros hombres, abrazaré otros cuerpos y reformularé viejos temores y esperanzas. Encontraré fuerza en nuevos libros, en la luz de una ventana que todavía no he visto, pero sé que existe. Acomodaré mi cama en otra casa, habrá nuevos insomnios, nuevas dietas, más vino y más risas. Saldré de mi actual pequeño afuera. Crecerá la lista de compras, regalaré viejos libros, olvidaré direcciones y números telefónicos que hoy me abruman.
Estaré con otra gente.
Moriré.
Moriré de nuevo, una vez más, casi en serio moriré, te lo estoy diciendo.
Amaré la vida cuando vuelva y escribiré una vez más que voy a vivir en otra ciudad, aunque esta vez ya no sea en serio.