Estudiar
es desocultar, es alcanzar la comprensión
más exacta
del
objeto, es percibir sus relaciones con los otros objetos.
Implica
que el estudioso, sujeto del estudio, se arriesgue,
se aventure, sin lo cual no crea ni recrea.
Paulo Freire
Serafina: Esta noche pediré una León,
Rafa. En serio, necesito relajarme un poco. ¿Me acompañas con otra cerveza?
Rafa: No sé, mañana tengo examen de
Español y quizá no sea buena idea que esta noche me desvele. Pero puedo
acompañarte con un cappuccino.
Serafina: Está bien. La verdad, cuando
yo tengo exámenes de alguna materia relacionada con lingüística me pongo muy
ansiosa, emocionada pero ansiosa.
Rafa: ¿Te emociona? ¡Qué rara eres!
Serafina: ¿Qué? Pensar nuestra lengua es
un asunto fascinante, ¿no te parece? Qué digo pensar nuestra lengua, pensar el
lenguaje, Rafa, eso es… es…
Rafa: Ya, Serafina, no empecemos de
nuevo.
Serafina: Oye, ya es final de semestre,
no te pongas pesado y escúchame un poco. Prometo no ser tan intensa como la
última vez.
Rafa: Vale, pues cuéntame antes de que
me arrepienta de no estar estudiando mis apuntes. ¡Hey! Señorita, por favor
cámbieme el cappuccino por un latte cargado. Te escucho, Serafina.
Serafina: ¿Recuerdas que el jueves
pasado te comenté que estaba releyendo el Fedón?
Rafa: Ajá…
Serafina: Bien. Resulta que anoche
reflexionaba un poco sobre la relación que se puede hacer entre unas ideas ahí
expuestas y la adquisición del lenguaje.
Rafa: ¿Cómo está eso?
Serafina: Mira, hay una parte del
diálogo en la que se expone la idea de que el conocimiento no es otra cosa sino
reminiscencia de algo que ya se adquirió anteriormente. ¿La recuerdas?
Rafa: Cómo no acordarme, fue lo que más
me gustó del diálogo.
Serafina: Ya sé. ¿Y recuerdas de qué
derivaba ese aserto?
Rafa: Pues, me parece que el eje
temático del diálogo es la discusión que se da entre Sócrates, Simias y Cebes
por la muerte próxima de Sócrates, ¿no? Por lo que se habla sobre la
procedencia del alma y la posible continuidad de ésta, aún después de la muerte
del cuerpo. Pero… ahí nadie está hablando del lenguaje, Serafina. No le busques
donde no hay.
Serafina: ¿Qué implicaciones tenía que
el alma que ahora habita nuestro cuerpo tuviera previa existencia?
Rafa: Que hubiera podido adquirir
conocimiento.
Serafina: Así es. Esa es una forma de
explicar los procesos de aprendizaje, ¿no te parece? Lo cual es algo bien interesante
pero complejo. Pero, si se acepta que el alma nació con un tipo de input
informático y que durante nuestra vida no hacemos otra cosa sino recordar a
través de los sentidos eso que ya sabíamos, se nos está dando una pista para
poder abordar algunos aspectos de la adquisición del lenguaje, ¿no te parece?
Rafa: No sé, todavía no lo cacho.
Serafina: ¡Hombre! Quizá si no fueras tan
quisquilloso y te tomaras una cerveza conmigo, irías al paso.
Rafa: ¡Y dices que el pesado soy yo! No
a todos se nos atrofió el cerebro tan rápido con las primeras clases de
Introducción a la lingüística.
Serafina: No es atrofio, es curiosidad y
también, diría Sócrates, mera reminiscencia y asociación de conocimientos. Pero
bueno, prosigamos. Me ayuda mucho que recuerdes que uno de los temas que ahí se
tratan es el de la muerte. ¿Tienes presente la idea de que todo se genera de su
contrario?
Rafa: ¿Cómo?
Serafina: Sí, cuando dice que, por
ejemplo, el día se genera de la noche, lo caliente de lo frío, etc. Todo para
llegar a la afirmación de que la muerte se genera de la vida y, por ende, la
vida de la muerte.
Rafa: Ah, sí, sí.
Serafina: ¿De dónde crees tú que se
genera el lenguaje?
Rafa: ¿Del silencio?
Serafina: Mira, no estoy segura, pero al
principio también pensé lo mismo. Sobre todo, uno se confunde con el eco de libros
que tienen títulos como Lenguaje y
silencio… Señorita, por favor, tráigame otra cerveza.
Rafa: ¡George Steiner! Claro. Pues mira,
él mismo dice en su capítulo “El silencio y el poeta” que intentar dilucidar
estas cuestiones del lenguaje es victoria inalcanzable. Entiéndelo, Serafina,
el hombre está poseído por el lenguaje y ya está. Gracias a que el lenguaje
decidió morar en cabecitas como la tuya, y, bueno, en la de todos los hombres,
pudimos liberarnos del insoportable peso del silencio. ¿Vas a negar esto que te
digo?
Serafina: No, no. Me he quedado pensando
en eso que dices. ¿No te parece que, de ser así, se asegura que algún día
volveremos al silencio?
Rafa: Pues claro, cuando muramos.
Serafina: Pero me refiero a la humanidad
en general, Rafa. ¿Piensas que es posible que en algún momento los hombres
pierdan la capacidad de comunicarse por medio del lenguaje doblemente
articulado? ¿Que se olviden de él?
Rafa: Ciertamente, no. Que se transforme
una lengua, que se “pierda” su forma primera, como en el caso del latín, es una
cosa, pero me parece imposible que la gramática, por decirlo en abstracto, deje
de existir.
Serafina: ¡Ahí lo tenemos! Mira, cuando
dices eso, me parece inevitable hacer la siguiente analogía, continuando con las
ideas vertidas en el Fedón: la lengua
es al cuerpo como la gramática al alma.
Rafa: ¡Jo! Ahora sí te volaste la barda,
Serafina.
Serafina: Que sí, Rafa. Sócrates expone
que hay dos tipos de entidades: las que se mantienen iguales en sí mismas y las
que se presentan bajo distintas formas, que son las cambiantes. El cuerpo es la
entidad cambiante y el alma la que se mantiene igual en sí. Luego, a través de
los sentidos del cuerpo se recuerda lo que el alma ya sabe. En este sentido, el
cuerpo en el que nacemos, o sea, la lengua en la que un hombre nace inmerso, la
lengua madre, ayudaría al alma, o sea, a nuestra gramática innata y universal,
a manifestar su contenido. La lengua es el cuerpo a través del cual recordamos y
ejecutamos una de las estructuras más profundas del lenguaje: la gramática.
Rafa: ¿Tú estás diciendo que la facultad
del lenguaje es una propiedad inherente a la mente humana?
Serafina: Lo que yo digo es que el
lenguaje es un conocimiento adquirido y conservado a lo largo de la historia
humana. Quien aprende una lengua está recordando algo que ya se sabe. Por
ejemplo, pensemos en tu amigo Luisillo. Él aprendió catalán hace dos años, ¿no
es cierto?
Rafa: Efectivamente.
Serafina: ¿Y no dijo que le había
parecido muy sencillo adquirir esa segunda lengua porque su estructura y
vocabulario se parecía mucho a la del español? ¿No es ese un ejercicio que se
da a nivel de pensamiento para la adquisición lingüística? ¿No es reminiscencia
de algo ya aprendido?
Rafa: Es cierto.
Serafina: ¿Y no crees, Rafa, que algo
similar ocurre cuando un niño adquiere, o diría yo, recuerda el lenguaje?
Rafa: Pero, Serafina, deja de beber y
escúchame. ¿De dónde va un niño a recordar algo tan complejo como lo es la
estructura gramatical de una lengua? Además, olvidas algo muy importante en tu
razonamiento y es que no todas las lenguas del mundo comparten la misma
gramática. Por supuesto que Luisillo dijo eso porque se trata de una lengua
romance, y lo mismo puedes decir tú si te animas a estudiar italiano, portugués
o qué sé yo. Pero, ¿qué me dirías si te pregunto del maya o de alguna otra
lengua de un pueblo originario del centro o del sur del continente Americano?
Serafina: Para comprender lo que te digo
es necesaria la abstracción, Rafa. Cuando digo gramática universal, hablo de una
competencia lingüística, de una estructura abstracta que es común a todos y que
permite, a través de la remembranza, que la comunicación hablada se ponga en
marcha. Mira, en el Fedón se dice que
un individuo al ser interrogado correctamente es capaz de dar cuenta de todo de
acuerdo a lo real. En este caso, ¿qué sería lo real? Pues su lengua madre. ¿Y
por qué son capaces de “aprenderla”?
Rafa: Según tú, por la existencia de
capacidades mentales innatas.
Serafina: Sí, Rafa. Pero no sólo es
“según yo”. Existen estudios lingüísticos que sustentan mi ocurrencia, sin
mencionar la atenta lectura que realicé del Fedón,
claro.
Rafa: ¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles?
Serafina: Como los realizados por
Chomsky en los años sesenta. Sus estudios
lingüísticos proponen una teoría de la adquisición individual del lenguaje al
tiempo que brindan una explicación de las estructuras y principios más
profundos del mismo; él postuló el innatismo y la autonomía de la gramática,
así como la existencia de un “órgano del lenguaje” y de una gramática
universal. Entonces, no digas que sólo a mí se me ha ocurrido esto. Tal vez lo
novedoso sería que lo estoy vinculando con lo dicho en el Fedón, aunque tampoco me atrevería a asegurar que no se le ha
ocurrido a alguien más.
Rafa: Pues aún no me
convences totalmente.
Serafina: No es esa mi
intención, Rafa, sólo te estoy platicando algo que anoche se me ocurrió. ¿De
dónde se genera el lenguaje? ¿Será una pregunta a la que alguna vez podamos dar
una respuesta que satisfaga a todos?
Rafa: No hay más que
hipótesis empíricas, Serafina.
Serafina: Y algunas más
consistentes que otras, Rafa. Esta hipótesis tiene datos lingüísticos
disponibles y un diálogo platónico a su favor, ambas fuentes dicen que los
seres humanos estamos dotados de una serie de atributos mentales que nos
permiten producir señales intencionadas y dotadas de significado.
Rafa: Haber, Serafina.
Después de escucharte, sí, estoy de acuerdo en que algunas ideas del diálogo
tienen puntos de comparación con lo que dices que dice Chomsky. Pero no
entiendo por qué a fuerza lo quieres juntar con la adquisición del lenguaje.
Esas posturas que tú expresas me parece que deberías manejarlas con más
cuidado. Ahora, ya que estamos en esto de vincular el Fedón con algunas cuestiones del lenguaje, se me ocurren algunas
cosas. Deja que te haga una pregunta, sirve que me ayudas a repasar para mi
examen de mañana. ¿Qué es la metáfora?
Serafina: ¿Qué tiene eso
que ver? Eres experto en salirte por la tangente… Mejor dime que necesitas un
rato para reflexionar lo que te he dicho.
Rafa: ¿Qué es la metáfora?
Anda, emplea tu método de remembranza.
Serafina: Tampoco te
burles. La metáfora es una figura que asocia, por así decirlo, mundos
conceptuales a través de la analogía o el parentesco, ¿no? Repito, ¿qué tiene
que ver esto con el Fedón, Rafa?
Rafa: ¿Es cierto que en
ese diálogo se expone que la reminiscencia se basa en experimentar algo que se
conoció anteriormente pero que se había olvidado por perderlo de vista?
Serafina: Dices bien,
Rafa.
Rafa: Entonces la
reminiscencia surge en el encuentro de cosas semejantes y, a veces, de cosas
diferentes.
Serafina: Eso no puedo ni
quisiera negarlo.
Rafa: ¿Y qué ocurre cuando
decimos una metáfora? Cuando, por ejemplo, Neruda dice: “en la cadera clara de
la costa”.
Serafina: Pues lo que
ocurre es que Neruda a partir de la contemplación de una imagen, en este caso
la costa de una playa, recordó la cadera de una mujer.
Rafa: Claro, o quizá
sucedió al revés; Neruda, al contemplar la cadera de una mujer recordó la costa
de una playa. Lo importante aquí es reconocer que el proceso cognitivo de la
metáfora se dio a partir de la reminiscencia, concepto por el cuál andas tan
emocionada.
Serafina: ¡Tienes razón!
Qué interesante. Y, ¿te das cuenta que eso no sólo se da en las metáforas
poéticas sino también en las que llaman “metáforas cognitivas”?
Rafa: ¿Cuáles son esas?
Creo que no las estudié…
Serafina: ¿No te acuerdas?
Georges
Lakoff expuso en 1998 que la metáfora no siempre es un ornamento del habla utilizado
para provocar, exclusivamente, un efecto estético en el interlocutor, sino que
ésta suele relacionarse íntimamente con la manera en que el hablante conoce el
mundo y, sobre todo, es su manera de comunicar los fenómenos más abstractos o
subjetivos. Un ejemplo muy común sobre metáforas del lenguaje cotidiano, y que
tú sueles utilizar, Rafa, son las del tiempo. En nuestra cultura solemos
imaginarnos el transcurrir del tiempo como una cinta en la que nos desplazamos
o en la que estamos quietos, ¿no es cierto? Así, decimos que “llegará el tiempo
en que se arrepienta” o “se fue el semestre”, “pararse en el ahora”…
Rafa:
¡Claro! Ese es un buen ejemplo sobre cómo el metaforizar es un acto necesario
para el cerebro y que, además, lo empleamos para cualquier discurso.
Serafina: Así es. A su vez, todas esas
metáforas se sostienen por la reminiscencia de lo que ya hemos tocado o
percibido por los sentidos. Ahora sí te luciste con esa, Rafa. La verdad no lo
había relacionado, no lo había recordado.
Rafa: Qué bueno que nos pusimos a
conversar un rato, a veces hace falta pensar en voz alta.
Serafina: Ni que lo digas, Rafa. Me
brindaste una nueva perspectiva lingüística sobre este diálogo platónico que,
por cierto, es muy interesante lo que plantea sobre la muerte. Fíjate que el
otro día estaba pensando que…
Rafa: ¡Señorita, la cuenta por favor!
FIN
Bibliografía
BERISTÁIN, Helena, Diccionario de retórica y poética, México, Porrúa, 2010.
CHOMSKY, Noam, “Forma y sentido en las
lenguas naturales” en El lenguaje y el
entendimiento, Barcelona, Seix Barral, 1980, pp. 171-194.
entendimiento, Barcelona, Seix Barral, 1980, pp. 171-194.
LAKOFF, George, “Los conceptos mediante
los que vivimos” en Metáforas de la vida
cotidiana, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 39-42.
cotidiana, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 39-42.
________, “La sistematicidad de los
conceptos metafóricos” en Metáforas de la
vida cotidiana,
Madrid, Cátedra, 1998, pp. 43-45.
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PLATÓN, Fedón, Madrid, Gredos, 1986.
STEINER,
George, “El silencio y el poeta” en Lenguaje
y silencio: Ensayos sobre la literatura,
el lenguaje y lo inhumano, Barcelona, Gedisa, 1994, pp. 53-73.
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