miércoles, 28 de octubre de 2015

.-***


Enciendo un Strike y pienso en Mujeres al borde de un ataque de nervios de Almodóvar. Recorro mentalmente la secuencia en que la mujer más loca, farmacodependiente y despechada, enciende con un cigarrillo su propia cama. También pienso en Salvador Elizondo, un poco. Me siento y pienso en un pequeño bulto sobre mi seno. Pienso en mi exnovia, que jamás explicó en su último mail qué tipo de cáncer y qué parte de su cuerpo fue afectado. Pienso en muchas cosas que deberían arder, o bien porque no funcionaron, o bien porque

pienso en la noche que me acosté con mi amigo Alejandro, quien me regaló hace unos minutos este cigarrillo y de aquello hace ya un par de años.

 Los hombres que salieron a la calle, que bajaron en pantalones y sin bóxer entre la gente embriagada de fiesta y deseosa de ver arder; hombres que salieron a buscar un condón y yo esperé desnuda en una cama, en muchas camas que son la misma cama, desnuda y esperé.

Pienso en mi tío, el señor G. Corleone, que me besa en la boca cuando está borracho y a la vez siento algo realmente corrosivo y amargo en este cigarrillo. Una cuenta absurda que no he pagado, no he pagado

por ir a hablar de mí, de mí a los cinco años. No quiero hablar de mí a los cinco años con un maestrante pálido de psicoanálisis, pequeño clon del joven Woody Allen. No, no he pagado esa cuenta absurda.

No quiero que se termine mi Strike, porque dejaré de hablar sin haber incendiado nada, like ever. Y no bajaré a tocar de nuevo la puerta de Alejandro, porque él me ha hablado del tiempo y de la luz, del universo, me ha dicho que jamás podría verme como a una hermana, me juró que yo, que tal vez, que por qué no otra vez... pero yo no, pero no habrá otra vez. He cerrado la puerta.

Le diré al joven Arturo Woody Allen que cerré la puerta, le contaré mi sueño y él jugará a comprender, por doscientos cincuenta pesos y porque todos queremos hacer como que entendemos de qué se trata todo esto. Le diré cómo camino por una avenida enorme y oscura,

sé que algo va arder cuando camino por una avenida enorme y oscura, todas las noches. Sé que algo va arder cuando no contesto y no llamo y les digo a todos "¿yo? bien" / "¿tendrás un cigarrillo?"
Mujeres al borde de un ataque de nervios, pienso y me consu

lunes, 26 de octubre de 2015

Ruta 3/30

Silvana y Maura juegan que están perdidas en un bosque, en neblina, en horas vespertinas, entre ruidos de octubre. De Silvana yMaura se hace una, no sabemos si Mariana, o una rama, o una seña con la mirada, o un breve reír entre escaleras de piedra y los 13 grados.
A sus veintitrés son, las tres, niñas otra vez. ¿Qué hay en estos juegos que será recordardo años después, en un consultorio de la memoria y el engaño con palabras? Una le cuenta a otra su travesura:  he grabado a mamá cantando, le dice. Otra le comparte a una algo que podría ser motivo de autocastigo: caramelos de arándano. Todo es casi un secreto de Mariana, quien juega nerviosamente con la rama y envía señas con la mirada al extraño con quien se ha topado veintitrés veces esta tarde.



jueves, 22 de octubre de 2015

Insignificancia

Un hombre que vivía solo en el apartamento 24. Una cortina de baño blanca con peces verdes. Un rastrillo desechable que hacía falta renovar. El tenue tararear de una canción de moda en la radio. El recuerdo de la llamada no realizada, como cada noche, a la madre. El cigarrillo de la madre. El gato de la madre. La reuma de la madre. La soltería del hombre. La barba mal recortada del hombre. La arruga en la frente aguda del hombre. Un martes por la noche, después de la oficina. La regadera. El hombre. La espuma tibia. El vapor. La imagen de la secretaria Conchita. Las nalgas tristes de Conchita. El rechazo de Conchita. El tapiz verde. La pequeñez del cuarto. La avena tibia que no sería engullida frente al televisor. Un disparo. Una nota en un periódico local. Santiago López, tu hijo.

sábado, 17 de octubre de 2015

Plano secuencia

J. Brennan soñó contigo esta tarde, todo aconteció en el intermedio de Fear and desire. Durante el sueño, tú bebías un vaso de café sobre una estatua broncínea, con las piernas en ligero compás. Es cierto que quemaste un poco tu boca en ese momento y que él recordaba cómo Lolita se pinta las uñas. Te miraba y pensó que sería buena idea descansar su cabeza sobre tus piernas. Olió tu vestido: un bosque en tiempo de guerra. Reíste. Sus uñas dejaban huella en tus muslos y él también quemó su lengua. Fear and desire. Fear and desire. Fear. Desire. Desire.
     Brennan pensó que tu cuerpo era una trompeta, una balsa de bambú, un murmullo de río. Tú lo capturaste con las piernas antes de que él pudiera darse cuenta de la confusión, de la irrealidad, de la dislocación de historias y de la tercera llamada. Se apagaron las luces en alguna sala. La estatua broncínea ardió con los rayos del medio. Tres gotas de sudor, ahora, sobre la frente de J. Brennan. Todos vamos a derretirnos. Él sugerirá una voz en off, tú que bajen las luces. Yo ya me he puesto los audífonos y ahora les pido silencio, todo comenzará en unos instantes. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

lunes, 12 de octubre de 2015

+3

acabo de leer los poemas que en dos mil doce y once escribió la que entonces fue tu novia. pude sentirla junto a mí y se hizo más presente que tú ahora,
que tú ahora lejos,
que tú en algún extremo de alguna línea de ferrocarril,  pensando mundos que no conozco.
estoy ciega.
ella está aquí ahí allí, incluso más cerca que yo de ti ahora, en esta línea. aquí. más cerca. tan cerca la siento a ella ahora que me cubro el rostro, el cuello hasta el pecho, porque presiento
que puede darle copy-paste al adjetivo <esplendente> que anoche pusiste en mi coronilla,
antes de besarme fugazmente con un click.

la leo a ella y leo también estos cuarenta y dos días y miles de caracteres de no reír por lo bajo en el interior verdísimo de un café. ya sé.
tú yo y ella.
y ellas. y ellos.
hagamos juntos una fiesta y amémonos todos. yo crearé el grupo en Facebook si prefieres.

y ya leí tres poemas. ella se hizo presente ahora y no va a marcharse si yo no hago click en escape.

no estás ahora. un viento frío ha entrado por una ventana que permanece cerrada.









miércoles, 7 de octubre de 2015

La mañana siguiente

[a juan luis panero]

Yo conozco a la mujer que cepilla su cabello dentro del vagón del metro,
sé que podría ser ella la misma de aquel momento matutino en que sentí la espuma
sobre la amarillez de una piel alta y blanda.

Reciente he visto yacer, con soledad virtuosa,
a una mujer desnuda,
y la he visto cargar
sobre cada palmo de su piel
el sospechoso lunar
de la promesa.

En la piel
el agua se seca.
Los cabellos vuelan al interior
de un túnel oscuro.

Silencio. Es ella.

En cada omisión acústica,
en cada benevolente onda que
hacia el interior de mí se propaga
hasta convertirse en línea ordenada
por sintagmas y categorías,
persiste otra línea del cuerpo de alguna mujer:
un cabello,
ese espiral del ombligo,
la inescrutable línea de unos labios contenidos o, sabrás,
este dedo insípido que por cada idea aprende
a teclear.

Silencio. Yo conozco esa mujer.