A veces los imagino teniendo algo. No sexo. Digo, algo. Sexo. Por cuarta vez. Ella despierta primero y no lo abraza. Lo desea y todo en el mundo es potencia. Despierta, él. Sin hablar la mira fijamente, le sonríe y nada. La toma de los hombros, la gira, la penetra. Silencio.
Los imagino. El sexo ocurre. Alguien llora. Alguien abofetea y eyacula. Después ella no duerme. Amar no es imperativo, es infinitivo, pero no infinito; es más bien una forma breve.
Uno de ellos está a punto de morir, pero yo los imagino teniendo sexo. Real. Con palabras. Sin ausencia. Ellos, me los imagino, están teniendo sexo.
¿Lo recuerdas? No.
No.
Hay gente quemando otra gente viva en Tamaulipas. Mujeres cuyos cuerpos son encontrados con severas marcas de tortura por sus padres, por sus hijos, sus hermanos.
Mi abuelo. Yo no conocí a mi abuelo. Sé que estás bien muerto, abuelito. ¿Puedes verme a mí también muertita?
En medio de todo, yo espero un mail, un transplante de corneas. Quiero decir, memoria. Te recuerdo, dije. Pero mientras en esa película casera de Skype dos cuerpos tienen sexo, sólo porque lo imagino, mi abuelo está muriendo, está muriendo, está muriendo.
Ojalá hubiera entendido todo esto antes.
No.
Hay gente quemando otra gente viva en Tamaulipas. Mujeres cuyos cuerpos son encontrados con severas marcas de tortura por sus padres, por sus hijos, sus hermanos.
Mi abuelo. Yo no conocí a mi abuelo. Sé que estás bien muerto, abuelito. ¿Puedes verme a mí también muertita?
En medio de todo, yo espero un mail, un transplante de corneas. Quiero decir, memoria. Te recuerdo, dije. Pero mientras en esa película casera de Skype dos cuerpos tienen sexo, sólo porque lo imagino, mi abuelo está muriendo, está muriendo, está muriendo.
Ojalá hubiera entendido todo esto antes.