Es ingenuo pensar en una ausencia del deseo, aún con la distancia intermediaria entre aquel que contempla y el objeto carnal, intelectualmente anhelado.
No habría por qué separar la efusiva soltura de los músculos, un lúbrico estremecimiento, una nota de voz que en calidad de prófuga atraviesa las cuerdas vocales contraídas, de la hondura de la tristeza. El cuerpo es una llanura inmensa en donde caben ambas eternidades: presencia/ausencia, encuentro/desvanecimiento, goce/melancolía.
Mi placer es una síntesis de contrarios. Él. Ella.
Mi placer es una síntesis de contrarios. Él. Ella.