miércoles, 9 de octubre de 2013

Planearlo es ponerle pausa a La Metamorfosis



Olvidar cuándo se decide suicidarse, pero recordar bien la noche en que se planea: estar recostada en la cama y fingir que se duerme; escuchar conversaciones en la habitación contigua.
Dormir y no dormir cuando se sueña, feliz, la propia muerte. Interiormente sonreír y detenerse a sentir lo que es ser primera persona del singular, en un instante que se prolonga.
O quizás, volver a fingir que se duerme. 
Etc.
Seguir el primer paso: hacerse;
continuar el segundo: borrarse.
Hacerlo sin errar, como pedir un café sin llamar la atención.Y pedir, al fin, la cuenta. 
Planear suicidarse es como coger una maleta vacía y salir a la calle a recuperar lo inservible, lo simbólico. Es abrir las persianas y bañarse en luz para no poder ver, echarse sobre la cama para comer las naranjas que se compraron en el camino. Estar sin moverse e imaginar cómo se sentiría. Eso, morir.
Luego, sin quererlo, recordar. Poner el teléfono celular en modo silencio. Pensar la frágil potencia de tu corazón ahora bombeando: pum pum pum.
Trazar un corte y otro, antes de preguntarse: ¿cuánto tiempo es tardar? 

Luego de planearlo, olvidar. No especular más sobre lo que pasaría después de eso. O desangrarse. O fingir que se duerme. O volver a la universidad y terminar La Metamorfosis algún día de estos.