sábado, 26 de noviembre de 2011

camino desde el sofá hasta donde estás
y te llamo por tu nombre
porque
estoy aquí
no lo sé
quebrándome
y me desnudo
quiero que seas
que nos sorprendamos 
al ver cómo no desaparecemos
por tocarnos

viernes, 16 de septiembre de 2011

Hombre

me quedé y te dije mucho en silencio

miré tus botas
y
de una manera imposible
sentí
tu nombre desconocido

domingo, 4 de septiembre de 2011

Te escribí para vivirte.

-Llegó una mosca zumbando  frente a mi nariz y me sacó del ensimismamiento. Llevaba dos horas con las mejillas empapadas de miedo y sabía que se hacía tarde para ir a tu encuentro, pero el último pensamiento que tuve antes de mi colapso nervioso trajo consigo lo que después descubriría como una premonición.
Decidí retomar aquellas notas que llevaba escribiéndote desde hacía meses, quizá desde antes de conocerte pero que sin embargo ahora pienso que fueron ellas las que te trajeron a mí, mis palabras escritas al  infinito, un infinito  palpable  cuando desperté y te vi a lado mío. -
     …Era un miércoles 14 de junio  y al despertar noté que tenía los pies helados.  Te abracé y percibí ese olor tuyo a canela, tan dulcísimo. Tus hombros desnudos me mostraban sus tres lunares  y tu cabello negro rompía el monótono color blanco de las sábanas.  Mirarte dormir era el bálsamo reparador de mis desvelos, de mi incesante necesidad de quererte.  Se abrieron aquellos ojos tuyos que últimamente parecían nublados por una inminente tormenta, me miraron y yo también los miré. Nos amamos un rato más antes de abandonar nuestro eterno refugio entre almohadas.
     …Te miré desnuda al levantarte. Esa imagen tuya nunca igual a otra, tan dolorosamente bella, tan efímeramente mía...
-Cuanto te deseé  en aquellas líneas, te escribí perfecta, caminé en la oscuridad para imaginar tu silueta, y como a la nieve te pensé eterna.
Miraba sin sosiego por las calles intentando encontrar esa inspiración que me llevara a ti de nuevo, pues día a día sentía la apatía clásica hacia todos mis escritos, esa apatía inevitable que solía llenarme de miedo, sabía que dejar de escribirte sería permitir tu inexistencia, tu abandono, sabía que cada línea escrita en mis desvelos vendrías a vivirla conmigo al día siguiente.-
     Por la tarde te miré alejarte desde mi ventana, volteaste la mirada justo antes de cruzar la avenida y murmuraste un par de palabras ilegibles a las que decidí estructurar como un ‘hasta luego’, pegué la mano a la ventana y me quede ahí hasta que el vaho de mi respiración sobre el cristal me impidió ver cómo te perdías entre la gente.
-Aquella madrugada decidí no escribirte y por primera vez sentí el miedo de estar deseando perderte…
Prendí un cigarrillo y si acaso le fume dos veces, dejé que se consumiera entre la distancia que acababa de establecer entre nosotros. Entonces lloré. Me di cuenta que había terminado mis palabras para contigo... lo sabía, lo sabía desde que dibujé aquella primera letra, sabía que habría de terminar en algun punto de aquella desierta hoja.
No estabas más. Quemé aquel escrito para ovidarte. Nunca estuviste, no estarías más.

lunes, 4 de julio de 2011

Algo en algún lugar.

Podría escribir una historia con los títulos de las canciones que pensé dedicarte, las hubo de todo tipo. Una noche empecé escuchándolas para despertar con ellas y tú en mi mente. Combinación perfecta, me decía. Suspiraba tarareando una canción no aprendida. Por eso empezaste. Una semana después no me bastaba con las canciones existentes e incluso empecé a escribirte. Incluso lo hice. Nunca lo supiste, ni siquiera ahora, que lo digo ya sin vergüenza alguna. Contigo en mente fumé por primera vez en la madrugada, entonces descubrí que ése era tu aroma… misterioso, sereno…funesto. Contigo se hicieron cada vez más frecuentes las divagaciones; vicio que ahora me impide el sueño una que otra noche de lunes.
¿Recuerdas aquella tarde cuando dije que era mágico? Entonces lo fue. Nunca me maravillé tanto de una personalidad tan… cómo decirlo? Desconocida. Fue mágico como te presentabas ante mi tan opuesto a lo que yo era, pude reconocer quizá lo pasajero de lo nuestro en ese instante y sin embargo esperé. Esperé los días caprichosos en que vinieras a mi encuentro para seguir descubriendo hasta dónde podía llegar un encuentro de tal naturaleza. En algunas ocasiones me pareció vislumbrar que estabas enterado de todo. De mi rechazo inevitable. No cediste. ¿Por qué?
Más de un viernes pasamos sentados en la oscuridad, bebiendo cerveza y divagando acerca de la Luna, las personas, el destino, el tiempo… Recordaré siempre ése donde mi mente colapsó por unas 10 horas. Ese día te abracé como nunca he abrazado a nadie. Aquel día fue el único que pasamos realmente juntos. ¿Fue por el LSD? Qué importa, ese 11 de marzo me sentí enamorada. Fascinada de ti, tal vez.
Olvidaste ya, aquel día que fuimos a Ciudad Universitaria, por Rectoría, únicamente a fumar marihuana? Nos llamaron “vampiros”. Entonces creamos la frase: Traigo los ojos bronceados. Que Sol tan intenso hubo aquel día y cuanto te hice caminar. Además te hice pagar un taxi, pues sentía no poder tomar un PumaBus  por tanto que habíamos fumado. Regresamos toda la línea del metro callados. ¿Qué íbamos a contarnos? A excepción de nuestro deseo por escaparnos no tuvimos nada en común. Supongo.
No tuvimos nada más en común más que nuestro destino casualmente encontrado. Eso me bastó y me basta ahora para poder llenar con tu recuerdo una página más de mi memoria.

viernes, 3 de junio de 2011

Primer Acto.

 Mi nombre es Estéfany y tengo 16 años.  Me gusta la lectura y la prefiero por encima de muchas cosas. Soy su amante y ella mi guía. Entrando a la preparatoria fue cuando descubrí que una biblioteca era mi mejor farmacia. Mi piso favorito es uno que casi siempre esta vacio, tiene ventanales enormes. En él tengo una mesa favorita (nadie lo sabe) y es una desde la cual se puede mirar el follaje de un árbol olvidado pero no menos hermoso.
Me he adentrado en esta biblioteca por muchos motivos. He ido a leer acerca de las pasiones del alma, del arte de la memoria, de un filósofo alemán, de un poeta español. Me he refugiado entre las paredes llenas de libros cuando una pena de amor me aflige, cuando me siento agobiada por los problemas existenciales de los que a menudo quisiera desistir.
Un libro fue lo que tuve en mis manos las primeras veces que quise hablar de mi amor, de mi enojo, de mi inconformidad por la realidad, de mis fantasias, de mis sueños.
A veces divago y fantaseo con la oportunidad de un día poder escribir aunque sea una de esos renglones que le cambian la vida a un lector. Por lo mientras, me lleno de experiencias, personales y las de algun Pedro Páramo, algun Fausto, algun Ivan Ilich, algun Edipo, algun Hamlet (entre otros) de la manera más humilde en que un lector lo puede hacer.