jueves, 2 de octubre de 2014

Sin título


Ayer usé tu blusa "bonjour mon amour" (esa que compraste cuando inicié mis clases de francés) y fue otra forma de contarles a todos que aunque estabas lejos te tenía conmigo, en mí. Dejé que el amarillo chillante de tu blusa me llenara toda, con tu aroma, con tu risa, tu cabello. Cuando la gente me veía en la calle me pregunté si  podrían reconocer que esa blusa te pertenecía, que la usaste cuando fuimos felices juntas, y que el hecho de que yo la vistiera significaba que casi, finalmente, yo había triunfado, que el tiempo no nos había arrebatado la una a la otra, que un mar inmenso no ahogaba nuestras tardes de pizza, de paseos  en la universidad, de charlas nocturnas, de besos a medio pasillo, a media escalera, de mis abrazos largos, largos, mientras tenías una llamada telefónica de trabajo y yo te escuchaba hablar en chino y cerraba los ojos y lloraba. Esa blusa hablaba a todo el mundo hoy de desayunos improvisados, de una tarde debajo de la lluvia torrencial y un chofer de un camión llamándonos locas, de tú y yo comiendo pan de dulce, de nosotras corriendo alrededor de una fuente a las seis de la tarde, de esos momentos en que me invitabas un café con leche y que sin decir palabra me hacías parecer que me querías desde siempre. Pero luego llegué a casa y me tuve que quitar la blusa, ahora contaminada por mi aroma y mi nueva rutina. Entonces fue real tu ausencia, y percibí que no recuerdo ya tu voz y que he pervertido el acento de tu nombre. Que hace mucho que no duermo contigo, con la ventana abierta escuchando a un ave nocturna.  Las noches de ahora transcurren para mí pensando que no te he escrito y me preocupa creer que en medio de mi noche tú a medio día estás olvidando cuánto nos quisimos.

viernes, 2 de mayo de 2014

Pragmática

¿Te has dado cuenta cómo nuestras miradas,
a menudo signos polisémicos,
solucionan plenamente
su ambigüedad semántica
cuando tú y yo
nos encontramos,
tan cerca,
en una noche como esta?