sábado, 9 de noviembre de 2013

deja vú


No podré.
Recordé cómo, algunas tardes, me miraste fijamente.
Y me rendí.

¿No crees que conocimos la reciprocidad gracias al deseo?

Me llenaré de pavor los días 
que amanezcamos uno tan cerca del otro,
porque al mirarnos
ya conoceremos el futuro de nuestros secretos.

jueves, 7 de noviembre de 2013

7 de noviembre


La nostalgia huele 
a maíz tostado en la cocina de mi casa,
 al perfume de mamá por la mañana, 
a las manos de mi padre. 

La nostalgia viste una charla vespertina con mi hermano. 

La nostalgia se filtra 
a través de mis persianas, 
se instala en un lugar donde nada me pertenece y que
diario 
intento apropiarme. 

La nostalgia llega cuando nadie la llama, 
cuando ni siquiera, 
juro, 
la busco. 

Llega sin ser invitada
 clava en mí su ardiente navaja 
me nubla. 

Toda me hago pequeña, como un punto.  

Mi nostalgia se hace la muy lista,
se instala debajo de mi cama sin ayudarme a pagar la renta. 
Merma mis pulmones, mi estómago, 
produce mal sueño, 
satura 
mi 
boca 
con murmullos ininteligibles 
por la noche. 

La nostalgia no es fotografía sino recuerdo.
Ella aquí y ahora es 
mi palabra.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Planearlo es ponerle pausa a La Metamorfosis



Olvidar cuándo se decide suicidarse, pero recordar bien la noche en que se planea: estar recostada en la cama y fingir que se duerme; escuchar conversaciones en la habitación contigua.
Dormir y no dormir cuando se sueña, feliz, la propia muerte. Interiormente sonreír y detenerse a sentir lo que es ser primera persona del singular, en un instante que se prolonga.
O quizás, volver a fingir que se duerme. 
Etc.
Seguir el primer paso: hacerse;
continuar el segundo: borrarse.
Hacerlo sin errar, como pedir un café sin llamar la atención.Y pedir, al fin, la cuenta. 
Planear suicidarse es como coger una maleta vacía y salir a la calle a recuperar lo inservible, lo simbólico. Es abrir las persianas y bañarse en luz para no poder ver, echarse sobre la cama para comer las naranjas que se compraron en el camino. Estar sin moverse e imaginar cómo se sentiría. Eso, morir.
Luego, sin quererlo, recordar. Poner el teléfono celular en modo silencio. Pensar la frágil potencia de tu corazón ahora bombeando: pum pum pum.
Trazar un corte y otro, antes de preguntarse: ¿cuánto tiempo es tardar? 

Luego de planearlo, olvidar. No especular más sobre lo que pasaría después de eso. O desangrarse. O fingir que se duerme. O volver a la universidad y terminar La Metamorfosis algún día de estos.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Confesión de sonámbula.


Duermo con el vestido de un náufrago, dispuesta a aceptar mi propio abandono.  Duermo con el sueño prestado de un hombre libre, solitario y expectante.  Duermo sobre la textura salada de mi nueva isla desierta y en su aislamiento me cobijo.  Sé que esta isla es mía, pues yo la he formado. Cada resquicio ha sido calculado desde lejos, desde mi pluma que también es pincel: bajíos, cangrejos y palmeras, dos tortugas viejas. También el mar que me arrulla es mío; ora mar de ruido ora mar desierto.  Todo es mío menos el vestido. Decidí el tamaño exacto de las rocas, la antigüedad de las conchas, la redondez de las olas… menos mi función, mi papel, pues. Ahora me disfrazo de náufrago y juego el dulce juego de la desnudez y la fe.  Duermo, sé que me abraza una estrella y ya no sé qué es lo que creé, con mi pincel, y qué hurté. Segundo a segundo, arrullada con los oleajes del mar ruido, se empieza a desdibujar lo que fue mío y lo otro, lo que nunca siquiera ha sido. En mi modorra comienzo a creer que mi isla la dibujé para otro, ese otro al que también yo inventé sólo para tener a quién hurtarle su tranquila desnudez naufraga, su sueño tranquilo, su soledad expectante… ¿Por qué?

La arena me envuelve o me convierto en bruma. Duermo y no sé lo que digo, acaso también duermo para no saber, un poco más para no decir, también.  

lunes, 2 de septiembre de 2013

Abandonar un gato




Abandonar un gato. 

No saber muy bien cuándo 
ni cómo decidir que todo recuerdo
puede caber en un solo cuerpo pequeño
y frágil, 
como él. 




Abandonarse y no saber
si se es cruel, si abandonar 
causa dicha y alegría en algún momento.



Alejarse, porque se ha aprendido bien
el  juego del papalote
con el lazo roto.




No terminar de escribir
ni una lista de abandonos.



Irse constantemente,
estarse yendo siempre y despojarse
de la serena estancia. 

Ser despojo innecesario, 
despojo impuesto;
aceptar la belleza de lo incompleto.



Dejar en soledad lo que antes fue un cuerpo
y refugiarse en dos frases
que seducen;
regresar y ser el mismo. 



Colgarse un letrero sobre el pecho:
“se intercambian momentos”,
porque abandonar es no querer dejar de suceder
y aceptar
la vital tragedia de lo efímero. 



Abandonar un gato porque sólo eso 
permitiría estar eternamente unido a él.

sábado, 24 de agosto de 2013

¿Y si vino y se fue? ¿Si ya ha venido...

¿Y si vino y se fue? ¿Si ya ha venido
y en vano espera mi ansiedad despierta?
¿Y si acaso ha llegado hasta mi puerta
y la encontró cerrada y ha partido?

¿Si ha deshecho el camino ya vencido
-la fuerza desmayada, la fe muerta-
y a retomar la ruta el pie no acierta,
ni el ojo al horizonte recorrido?

Yo sigo aquí, por la esperanza atada,
y en vano espero ver la carabela
bajar el ancla en la tranquila rada.

E inquieto, el corazón se me rebela
porque no alcanza la ilusión amada
a volver con los remos y la vela.

Carmen González Huguet

domingo, 18 de agosto de 2013

2 de septiembre, 2013.

Pensé en comenzar este texto con la siguiente frase: “En víspera de mi cumpleaños, acontece que allegados míos preguntan qué quisiera de regalo...” pero la verdad es que no es así, nadie me ha preguntado absolutamente algo, es más, dudo que recuerden que pronto será mi cumpleaños. Lo cual no me preocupa, al contrario, me ocupa pues imagino que en algún momento me preguntarán y ese es el motivo por el cual escribo las siguientes líneas, que espero pronto dejen de pertenecer al absurdo de ideas ociosas y se conviertan en brillante materia.
     Queridos míos, me preguntan qué quisiera de obsequio para mi cumpleaños número diez-y-nueve. Bien. Consciente de que después de que lean lo que voy a pedirles lo más probable es que terminen enviandome un emoticono vía inbox, o “cariños varios” en SMS (los cuales no me desagradan) no tendré reparo en expresar abiertamente lo que mis 6,935 días de vida sugieren a esta mujer que afortunadamente convalece de eso que algunos han llamado “juventud senil”. Asimismo, espero que la lista que a continuación redacto cuente la autosuficiencia para expresar aquello que EN VERDAD necesito. Aconsejo la nula discreción:
a) Un par de calcetines: Un par de calcetines policromáticos que ayuden a que mi noche transcurra  sin sobresaltos a causa del frío, de preferencia con las siguiente cualidades mágicas:
1.- Que impidan los golpes en los dedos del pie, sobretodo cuando corro de un lado a otro de la casa buscando dónde dejé la respuesta correcta a mis preguntas existenciales.
2.- Que sean incapaces de perderse, o si es que han de hacerlo, que me avisen con un par de horas de anticipación para que no llegue tarde, por estar buscándolos, a esos sucesos de la vida que eventualmente causan emoción o simpatía por la misma.
b) Un destapador de botellas de cerveza y/o vino (ya existen los que traen intregadas ambas funciones): No saben la alegría y la ayuda que le proporcionarían a esta jóven alcohólica si le regalasen un destapador con el cual optimizar sus mejores horas de suicidio pasivo.
c) Un pañuelo:¿Hay algo más práctico para una nariz alérgica que tiende a las expulsiones líquidas? ¿Existe algún accesorio más sexy y provocador? Díganme si estoy en un error, pero ¿acaso hay algún otro objeto que resulte tan preciado a una mujer que llora a la menor provocación del infortunio? Entiendo que a los obsequios nunca (nunca) se les interpone un “pero”, pero sólo pediría que no fuese de color blanco. Tengo un no sé qué con esos colores que remiten a la pureza y a la tranquilidad… Mejor que fuese rojo, púrpura o verde olivo, para hacer de ese hipotético pañuelo algo realmente mío y no algo en lo que sólo depositara mis respetables mocos o mis noches de insomnio.
d) Un despertador: Uno que me quite las ganas de vivir con el sueño encima, ese sueño denso y de escándalo que me impide ser liviana, como antaño, y de pensamiento tranquilo.  Creo que los venden en La Lagunilla y no son muy caros.
  Bien, sólo he integrado lo que hasta entonces me ha parecido fundamental. Y sí, eso es lo que actualmente necesito, ¿pueden comprenderme? Soy mujer sencilla, que se contenta con poco… con lo indispensable…  
¡Ah! casi lo olvido:
e) Abrazos, abrazos, abrazos…

jueves, 20 de junio de 2013

Me gusta todo esto, me gustas tú.

Me gusta la vertiginosa sensación de desconcierto cuando recién despierto y  me gusta la sensación de mareo si de un brinco me levanto
Me gustan los cantos gregorianos y me gusta pensar en el apocalipsis, la agonía y el ascetismo mientras los escucho.
Me gusta la mañana aunque los demás no lo crean porque también me gusta dormir mucho
Me gusta que mi mamá se encuentre en casa los domingos y me gusta la dulce manera en que intenta prepararme el desayuno
Me gusta el olor de las tortillerías y me gusta que mis anteojos se empañen cuando bebo mi té de limón o manzanilla.
Me gusta la idea de la abundancia y por eso me gusta la comida bufet y la comida china. También me gusta la pizza y las enchiladas verdes, rebosantes en crema ácida y queso panela.
Me gusta cerrar los ojos bajo del agua de la regadera y me gusta imaginar que soy una extranjera y que mi casa no es mi casa y que nadie más habla mi propia lengua.
Me gusta soñar que en el cuello me besan, sólo lo he soñado dos veces y ha sido la mejor experiencia. Me gusta quitarme los calcetines con los dedos de los pies, bajo las sábanas. Me gusta dormir en mi propia cama. Me gusta el olor de limpieza en mi recámara y la sensación de frescura, pero también me gusta ese sopor que se encierra, de mi cuerpo y de mis cosas, en los días más calurosos.
Me gusta platicar de las coincidencias con mi hermano, me gusta que me confíe sus penas amorosas y me gusta jugarle la broma de que en esos temas yo soy la experta. Me gusta reírme con él o de él y olvidar mis eventuales desencantos. Me gusta que brinque sobre mi cama mientras dormito y que grite “está temblando”…
 me gusta también ser sincera y no esconder la mano si lanzo una piedra. Me gusta ser cortés. Me gusta decirle bella a una mujer. Me gusta sentirme deseada bajo la mirada indiscreta de algún hombre, adolescente o maduro (de preferencia el segundo) Me gusta el respeto y la torpeza que se ponen de manifiesto durante la conquista amorosa.
Me gustan  los hombres con pestañas largas y me gustan las mujeres con son la sonrisa inmensa. Me gusta escuchar cómo argumentan los niños pequeños y también me gustan sus chistes, además son los únicos a los que les entiendo.
Me gustan los rulos perfectos del cabello de mi padre y el lunar en el hombro de mi hermano. Me gustan mis lunares y me gusta decirle a los demás “a que no adivinas cuántos tengo  en la cara” y que después me los tengan que contar porque la verdad es que ni yo sé.  Me gusta emborracharme en las bodas y me gustan los cafés donde hay mesas para solitarios. Me gusta el pay de queso pero más me gusta esa base que tienen como de galleta. Me gusta ir al cine sola y que cuando voy a comprar ropa ninguna señorita de servicio me atienda y que no insista en saber cuál talla se amoldará a mis caderas. Me gusta caminar camino a la escuela, me gusta el camino que tomo a la escuela. Me gusta mirar a las personas que van dentro de los autos y me gusta escuchar las charlas que pasan a mi lado.
Me gusta imaginar cómo lucen las personas que más admiro a la hora de la siesta  y me gusta imaginarme su pijama. Me gusta el cereal de avena, especialmente uno  que sabe frutlups pero no son frutlups.
Me gusta justificarme en la coincidencia. Me gusta beber por el placer de sentirme colorada, risueña y muy guapa, me gusta mirar a los ojos y que me vean.
Me gusta pensar que los ronquidos son suspiros salvajes y el léxico altisonante lo prefiero en la cama.
Me gusta que mi romie tenga más de 50 y me gusta hacer cosas frente a ella, cosas que no haría enfrente de mi madre. Me gusta de vez en cuando ser mala influencia pero también me gusta la obediencia y los beneficios de ésta.  Me gusta que me digan delgada y despúes me inviten a comer una hamburguesa. Me gusta la cebolla, el chile, la salsa, los nopales, la calabaza, los frijoles y el pulque. Me gusta el curado de mandarina y me gusta tener una madrina que habla náhuatl. Me gusta la sensual arrogancia de mi profesor de literatura prehispánica y me gusta escribirle poemas eróticos. Me gusta jugar a ser la amante anónima y tener mis propios secretos. Me gusta la idea del arrepentimiento sincero.
Me gusta imaginar que navego. Me gusta pensar que me espera siempre un mejor momento. Me gusta confiar y me gustan las tienditas donde todavía fían.
Me gustan los espejos porque con ellos aprendí a hacer el amor y me gustan las palabras que son como espejos. Me gusta cómo suena la palabra canario y la palabra fecundidad, también me gusta cómo suena maracuyá y jaguar. Me gusta lo que evoca la palabra revolución, me gusta el eco y gritar “eco eco eco eco eco”. Me gusta el jazz, el rap, el son, me gusta la jarana, la algarabía de parranda pero también me gusta el silencio y el tiempo de reflexión. Me gustan los barrios populosos y me gusta el coctel de camarón. Me gusta la propina incluida y me gusta que mis papás aún me mantengan, es cierto;  me gusta vivir en México pero también me gustaría vivir en otro lugar, muy lejos. Me gusta el cinco en italiano y el cuatro en inglés británico. Me gusta el acento argentino, las granadas de Coahuila y la Universidad de Guanajuato. Me gusta la diversidad de la vida, el concepto de polifonía. Me gusta la fuente que es como una ceiba del museo de antropología y me gustan los museos donde hay más libertad que policías. Me gusta la crisis de identidad que se me revela tras ver una película o leer una novela muy buena. 

Minino

Bajé cuidadoso a la alacena, noté que habías olvidado colocar mi cena. Hace un par de días que no vuelves María y me siento triste y solo. Quizá tengo yo la culpa, quizá ser un gato pardo no lo sea todo. Gato pardo, gato pardo y nada más.
Por las noches salgo al humo, hace meses que me producen nauseas las ratas del vecindario, ¿sabes? Los vecinos han intentado envenenarme 3 veces… Te extraño María…
Ayer por la tarde sonó el teléfono incansablemente, pensé que terminaría por dejarme sordo. Te has ido María, te has ido y me has dejado solo. Siempre supe que ser un gato pardo no lo sería todo, no para ti que eras una mujer de mundo. Disculpa las veces que rasguñé tus brazos finos, que mordí tus tobillos, que escondí las llaves de tu diario y que oriné el periódico. María, estoy muy hambriento y hoy por la mañana casi me arrolla un automovil… Cuándo volverás María…

I

A veces he dormido para despertar
 porque vivo como en sueño.
 A veces me he descubierto sonámbula
 en el mundo de los muertos.
A veces amanezco en el rincón
de la palabra que me engendra
 otras veces mis ojos ciegos 
y mi boca muda alimentan
el mundo que construyo.
A veces anochece y me sumerjo
 en  ecos y murmullos…

miércoles, 15 de mayo de 2013

Juegas al mudo y lo haces muy bien.

Cogiste tu libreta de números en desuso y encontraste el teléfono de su casa. Su número era uno de esos números extraños que parecen ordenados de una forma matemáticamente lógica y recordaste la primera vez que intentaste memorizarlo: seis por dos, más uno, menos tres, por cero  (la sumatoria era el último dígito), seis. 6 2 1 3- 4 0 6. Siempre siguiendo el orden: por, más, menos, por. Obviamente recordarlo a largo plazo sería un lío, pero al calor de aquel enamoramiento furtivo todo resultaba posible. En fin, para qué pensar en esas cosas ahora. Llamaste.
De pronto un interminable quejido agudo, “tiiiiiii…. tiiiiiii”…
Te da tiempo de imaginar cómo sería la voz de ella. Su voz que no sería tu voz, ni mi voz, ni la voz de él. Es una voz bárbara que gobernó las provincias de antaño tuyas. Lo sabes y al recordarlo no haces más que apretar el puño de tu mano y mover nerviosamente los dedos de tus pies. Hubo una incómoda espera cargada de silencio que terminó por volverse un desafinado escándalo. Entre esas voces encontraste la voz de ella, más como un  pretexto para sentir que, dado que la conocías, podrías dominarla. Profunda, te dijiste desde lejos, sin duda  su voz es profunda. Si no era así entonces nada explicaba que él prefiriera su voz, que eventualmente lo abandona, a la tuya, que incluso esta tarde (cada “tiiiin… tiiiiin” más cerca del oscuro vuelo del búho y la melancólica estrella de la tarde) sin querer buscarla vas y la encuentras, garabateada en una vieja libreta de direcciones que te reitera el eventual fracaso del olvido. 
 “Tiiiiin…. tiiiiin…”
Cuelgas.

jueves, 4 de abril de 2013

Final trágico.

Según se tiene registro, el segundo hijo del Almirante Cristóbal, Fernando Colón fue el primero en tener contacto con una canoa llena, entre otras pertenencias, de cacao; este encuentro sucedió cercano a las tierras mayas de Yucatán. Luego de ordenar su captura, las pertenencias fueron traspasadas a su barco y, cuando los españoles pasaban las semillas de cacao, algunas se les caían y rebotaban por el suelo, a lo cual los indígenas las recogían ávidamente como si se tratase de objetos preciadísimos. Entonces Fernando Colón supuso que se trataba de algo valioso mas, al no tener un intérprete consigo, ha de haberse quedado con puras especulaciones. Él nunca probó el chocolate, según se sabe.

jueves, 21 de marzo de 2013

Fiesta de disfraces.

te besé bailando entre las malas caras y los malos pasos. silenciosas entre el vodka y nuestros dieciséis años. te recuerdo y está aquí tu cabello a la cintura, tu boca roja. ardorosas. impulsivas. caricias escribieron "Karla" en tu cintura.  

martes, 19 de marzo de 2013

Salta conmigo y olvida.
Somos barcos de papel.
No.
Olvídame.
Ya, olvida. 
Sin embargo, espera.
Dime.
La suerte baila entre los conversadores.

lunes, 4 de marzo de 2013

¿Hubiera sido Cicerón nuestro amigo en Facebook?

A lo largo de la historia del hombre, el pensamiento ha estado solicitado por diversas inquietudes filosóficas y existenciales que trascienden los pensamientos ocupados por cuestiones inmediatas. Es decir, no sólo nos hemos ocupado de cuestiones sobre la alimentación sino también sobre el arte de hacer y de sentir. De esta manera, el amor, el bien, el mal, la justicia, la libertad, etc., han sido observados y experimentados de manera tan intensa por mujeres y hombres que provocan numerosas cavilaciones profundas en cuanto al tema. En este sentido, el presente ensayo pretende continuar en la misma línea de pensamiento intuitivo y curioso para formar una suerte de diálogo entre la concepción de amistad formulada por Cicerón y la recientemente surgida en las redes sociales.
     En sí, la vida social del hombre es la que ha favorecido a que estas cuestiones se esclarezcan o, en su defecto, que se vuelvan cada día más crípticas e indescifrables. Las relaciones humanas son un aliciente para el intercambio de ideas, para la difusión de posturas y para la conformación de ideologías, tanto colectivas como individuales. Resulta, pues, interesante que varios discursos latinos continúen vigentes. ¿Seguimos dando las mismas respuestas a los mismos cuestionamientos? ¿No hubo realmente un cambio de la sociedad romana a la sociedad moderna? En este sentido, la historia literaria junto con la observación detallada y curiosa de nuestro entorno nos brinda un excelente y verídico recurso para identificar las similitudes y discrepancias en las respuestas dadas a lo largo de la historia.
     En la actualidad, escuchamos a las personas expresar que tienen al menos un amigo, sería muy extraño escuchar que alguien no sabe, ni siquiera, qué es la amistad. Entonces podemos afirmar que estamos ante un hecho social. También los hombres de nuestro tiempo han reflexionado acerca de la amistad, por ejemplo Mark Zuckerberg (creador de Facebook),  Tom Anderson (creador de My Space), Jack Dorseyque (creador de Twitter). Por lo visto, se han agregado a nuestro paradigma términos y conceptos nuevos que nos remiten a la idea de “amistad”. Pero, ¿qué hubiera opinado un filósofo de la antigua Roma que se ocupó de cavilar en torno a la amistad, acerca de estas “redes sociales” y, en general, de las relaciones de amistad contemporáneas?
     De amicitia, la obra de Cicerón dedicada a la reflexión sobre la amistad, surgió dentro de un contexto social en el cual las doctrinas socráticas fomentaban la idea de las individualidades y elementos disgregantes entre las personas; no había, por tanto, un sentimiento de unidad o solidaridad sincera entre las personas. La sociedad romana se hallaba sembrada de odios, servidumbre y muerte. Entonces, bajo la doctrina estoica, Cicerón se esforzó por establecer los principios de una amistad fundamentada en la bondad, el desinterés por lo material y, por tanto, en la sabiduría.
     Así pues, creo que Cicerón nunca hubiera aceptado la idea de tener una “red social” con  mil amigos alrededor del mundo (como ahora las propagandas nos informan que es posible) sencillamente porque la observación del amigo, el conocimiento profundo de su manera de conducirse, de pensar, eran sumamente importantes para él. Bien dijo que aquello en lo que se fundamentaba la naturaleza pura de la amistad era en “la compenetración máxima del querer,  del sentir y del pensar” (Cicerón, 2002: 39). ¿No es posible acceder a esa verdadera amistad sin jamás haber visto a nuestro “amigo virtual”?  Quizá no nos cuestionaríamos lo mismo con Ovidio, otro referente importante dentro de la historia literaria romana, pues en su Ars Amatori expone que un hombre puede experimentar el loco amor con tan sólo haber visto a la mujer (en nuestro caso bien podría ser por medio de una fotografía), aún sin conocer quién sea ella, cómo piense, ni cómo se exprese, etc.
     Según Cicerón, la amistad está fundamentada en un sentir de amor, benevolencia y virtud causadas por parte del otro; estas actitudes solemos responderlas de forma natural, uniéndonos al amigo y tratándolo con fidelidad para lograr una relación sustentada en la concordia. Por otro lado, Ovidio dijo que  para hacernos amar podemos valernos de todo tipo de artificios, incluso la mentira, la promesa y los halagos excesivos. ¿Cómo funciona en la actualidad? Más allá de las redes sociales, que son un elemento trascendente en las sociedades contemporáneas, creo que en el fondo seguimos conduciéndonos bajo tales preceptos. Con un verdadero amigo esperamos poder alcanzar una relación sincera y profunda que promueva un sentir común sobre la vida, las costumbres, etc. En cambio, con alguien de quien estamos enamorados esperamos “Likes” (forma de adular en Facebook) o “retwitts” (forma de halagar en Twitter) o nimiedades que alimenten el ego y la ilusión efímera.
     El amar para Ovidio es un acto individual y de goce propio que a veces, si sale bien, podemos compartir con el amado. Pero la amistad para Cicerón es todo lo contrario ya que, siendo un sentimiento unido al alma y no al cuerpo, necesita de la compañía, de la experimentación mutua, de la constancia, la franqueza y la dulzura. Por ese mismo motivo, menciona que la más verdadera y pura amistad sólo puede darse en hombres de bien, que son los sabios. Ni por error hubiera Cicerón recomendado valerse de alcahuetas para agradarle al amigo. Y las redes sociales son las grandes alcahuetas en las relaciones contemporáneas.
     Sin embargo, los flujos informáticos también responden a una serie de requerimientos sociales, motivados en su mayoría por la dinámica de las poblaciones. En el imperio romano todos vivían en el mismo “país”, un “país” inmenso, desde luego, pero nadie tenía amigos fuera de la periferia, ni se requería viajar para trabajar o estudiar con los bárbaros. Ahora la situación se ha transformado. En el caso de los migrantes, por ejemplo, las redes sociales son un instrumento económico y seguro para continuar en contacto con su familia y amigos.  Entonces, no resulta realmente sencillo discernir acerca de cuál concepción de amistad es la más acertada o preferible. Tan verdadera fue la amistad que mantuvo Lelio con Escipión, como la que mantienen cientos de adolescentes en la escuela secundaria hoy en día (aunque, por supuesto, no sean precisamente unos sabios).
     Ahora bien, aunque parezca irreverente, me atrevo a decir que las ideas sobre la amistad formuladas por Cicerón y por Ovidio, más que contradecirse, se complementan entre sí; o al menos lo hacen en un contexto social específico: el que yo vivo. Si Cicerón dijo que la amistad es una compenetración o unidad de pensamientos, de aspiraciones y, lo más importante, que es voluntaria, y Ovidio dijo que la amistad es herramienta servil y útil, entonces las redes sociales brindan lo que ambos escritores manifestaron como elementos importantes de la amistad. Tener una red social te da la oportunidad de poder “buscar” entre múltiples opciones a las personas que comparten tus mismos gustos, preferencias o intereses. En este sentido, también Ovidio propuso algo similar cuando en su Ars Amatori dice que se vaya al Foro, pues ahí convergían una gran cantidad de mujeres de entre las cuales se podía elegir la que más gustara.
Me parece difícil que Cicerón estuviera en contra de la gran ventaja que suponen los buscadores electrónicos para contactar amistades nuevas pues, además, uno se puede ahorrar la zozobra de empezar a encariñarse con alguien del cual más tarde descubrirás que tienes nada o muy poco en común.  Sin embargo, esta aparente ventaja también podría hacernos caer en un erróneo entendimiento de la amistad. El riesgo es entender a la amistad como una “tendencia”, como algo que está de moda entre las masas y que podemos poseerlo fácil y rápidamente. En caso de que se cayera en este error, no estaría de más echar un vistazo a lo que dice Cicerón sobre la dificultad de conservar las verdaderas amistades (pues muchas veces se interpone el poder, la discordia, la envidia u otras amistades) y la facultad de establecer un vínculo con otra única persona (Cicerón afirma que la amistad es un vínculo estrecho donde difícilmente caben más de dos personas), donde no se esparza o esfume el cariño. 
     Finalmente, con todo lo anterior dicho, he llegado a la conclusión de entender a la amistad ni como un ente abstracto ni como uno claramente delimitado, sino más bien como una unidad multiforme. La amistad podremos definirla desde múltiples posturas, por ejemplo diciendo que es una construcción social, una manifestación de la naturaleza humana, una expresión del espíritu, una consecuencia del amor, una herramienta de supervivencia o un “simple” fenómeno psicológico; mas yo prefiero quedarme con la idea de que habrá tantas formas de entender la verdadera amistad como verdaderos amigos se tengan. Y si aún no hemos encontrado el significado de la verdadera amistad, podemos empezar por reflexionar qué no lo es, aunque esto suponga enfrentarse con uno mismo y con nuestros “amigos”.

Bibliografía
Marco Tulio, Cicerón, La amistad, Madrid, Trotta, 2002.
Ovidio, El arte de amar, México, UNAM, 1975.

martes, 22 de enero de 2013

Necia insomne.

La crisis térmica dentro de mi recámara terminó por hacerme escabullir, con un brinco, fuera de la cama. Pude librarme de los brazos asfixiantes y poco confortantes de mis sábanas dispares. Me senté con sigilo al filo de la cama y, en la penumbra, desfilaron uno a uno mis perturbadores pensamientos nocturnos, todos vacilantes alrededor de tres temas que desde mi adolescencia me turbaron: la muerte, el amor y el futuro incierto.  
En este momento mis padres duermen en el cuarto de lado, papá ronca y ronca, mamá la presiento cansadísima. A veces cuando despierto en la madrugada por algún sueño funesto o tenebroso, deseo incesantemente que se termine la noche, la oscuridad y el silencio; anhelo inútilmente que llegue la hora en que el sol salga de nuevo y me confirme que mis padres, mi hermano, los vecinos,  en fin, el mundo entero, están sanos y salvos  en este mundo vivo.  Es que para mí la noche significa algo así como las horas en que se abren los caminos entre la vida y la muerte. Por ejemplo, recuerdo que de  pequeña tenía mucho temor de levantarme al baño porque sentía que en la oscuridad insondable que separaba mi cuarto del cuarto de baño, podía perderme para siempre y no encontrar el camino de regreso a mi camita. Luego de varios años de incertidumbre, nos cambiamos de casa y ahora me levanto a orinar más apacible que una vaca porque el baño está a escasos cuatro pasos de la puerta de mi recámara. Sin embargo, la muerte ha sido una constante en mis noches. Una noche recibí la noticia de un accidente sufrido por mi hermano y pensé que podía morirse, nada me resultó más terrible que se pudiera morir de noche. Tampoco olvido que cuando estudiaba la secundaria soñé varias noches que yo asesinaba violentamente a señoras, frente a sus hijos, y después me sentía fatalmente culpable. En fin, así es como ha fermentado en mí la idea de la muerte en estas horas silenciosas.
Pero más allá de los desgraciados pensamientos mortuorios, también se encuentran algunos otros que me regurgitan los jugos gástricos mientras giro sobre el colchón y tejo con mis piernas un nudo ciego de cobijas y sábanas: el amor. Las ideas acerca del amor que pudo ser y que no es, del amor que fue y del amor que nunca será me usurpan inconscientemente todo sosiego. Que ganas de tormento, me digo a veces. Como lava de volcán enfurecido brotan imágenes de besos ardientes o abrazos incomprendidos. Deseo, ternura, nostalgia o dolor impalpable es lo que empiezo a sentir por todo el cuerpo hasta que me abandono a un estado de total añoranza amatoria que difícilmente desaparecerá hasta que me asalte el sueño. Esta noche especialmente pensaba en mi último jueguito seductor y fatuo con un catedrático arrogante y guapo. Es totalmente absurdo, incomprensible e inoportuno mi sentimiento pero… ¿qué hago? ¡¿Dime qué hago, Ovidio?! Lo peor es que mi deseo empeora con la lectura persistente de Cuentos subidos de tono o casi cualquier obra de García Márquez en las que aflora el amor bravío de corazones indomables que, a veces , los comparo con el mío.
La situación es incierta conmigo, como el futuro en sí mismo y por ello no duermo. No duermo porque espero con ansia insana el futuro inmenso e impredecible. Esta noche no duermo porque espero alborotada la muerte, el amor, el destino. ¿Por qué? No lo sé, quizá sólo por sentir que algo se cocina para mí mientras la ciudad duerme, un platillo que reviente de sabor cuando lo pruebe y que en cada bocado diga: especial para una necia insomne.